Ana decide que no merece la pena el riesgo y decide subir e imprimir de nuevo.
Bajando, se encuentra con Fran, que lleva un brazo escayolado.
– Fran, ¿¡qué te ha pasado!?
– Ayer, en la sala de servidores, me tropecé con unos cables, me caí y me he roto el brazo. Vengo a entregar los papeles de la baja.
– Vaya, no me imaginaba que hubiese sido algo tan serio.
Se despiden y, mientras vuelve hacia su despacho, Ana no puede evitar pensar en que le podría haber pasado lo mismo en la oficina de la planta baja. Y decide tomar medidas para que esa situación no vuelva a producirse.