– Con el transportista de siempre – dice Juan mirando la caja en el suelo–. Justo el que olvidé poner en el formulario, perdona.
– Nada, nada, no te preocupes – responde Carmen. – Por cierto, tenemos que hablar de eso de dejar cajas en mi mesa sin avisar.
– Sí, perdona, tienes razón, luego te explico – se disculpa Juan.