Carmen avanza hacia la mesa sin quitar ojo a la caja.
– Seguro que es Juan otra vez … mira que se lo tengo dicho – piensa.
Pasa al lado de una de las estanterías mientras piensa en cómo le va a cantar las cuarenta a Juan en cuanto lo vea. Y no se da cuenta de un trozo de pallet de madera que sobresale por debajo.
Lo que sí siente es el dolor agudo de varias puntillas cuando se clavan en uno de los pies, atravesando su calzado de sport.